IGLESIA
DE SANTA MARIA.- No existen datos de la primitiva iglesia dedicada al Salvador, cuya advocación fue cambiada luego por la de la Asunción. El monumental edificio que hoy se puede contemplar procede en su práctica totalidad de las sucesivas reformas realizadas en los siglos XVI y XVIII. Del primitivo edificio medieval tan sólo nos queda la descripción del Padre Joaquín de la Santísima Trinidad, el cual en 1766 escribe su "Historia de Tafalla" y describe la monumental portada gótica, en cuyo tímpano se representaba el juicio final y en los paños laterales de ingreso las estatuas de los Doce Apóstoles. Esta portada desaparece en la remodelación del siglo XVIII y sus esculturas se aprovecharon para los cimientos de la torre.
Tras una remodelación realizada en el s. XVII, es en el XVIII cuando se realiza la última gran reforma en la que se construye el nuevo tramo de los pies cubiertos por bóveda de terceletes como las del siglo XVI, se amplía la nave con varias capillas y se enriquece el interior del templo con una monumental cornisa de dos niveles de molduras. Salvo esta cornisa y los nervios de la bóveda, el interior de la iglesia carece de otro ornato arquitectónico, dominando la desnudez de sus muros. De esta época son asimismo tanto la portada principal situada a los pies del templo como la lateral, así como la torre, que originariamente estaba proyectada con un cuerpo más. Este monumental retablo adosado en la cabecera del templo constituye una de las joyas del Romanismo navarro. Su historia se remonta a 1581 cuando Juan de Ancheta recibe el encargo de realizar el sagrario que finaliza dos años después y que sin duda complació a los tafalleses, ya que de inmediato se procede a encargarle el retablo en el que debía figurar este sagrario y donde Ancheta trabajó hasta su muerte. En 1588 le sucedió en la empresa su discípulo y colaborador Pedro González de San Pedro. El retablo, realizado de acuerdo con la traza original de Ancheta constituye un ejemplo excepcional de proyecto manierista de apretada arquitectura en la que se suceden soportes, frisos y frontones de índole diversa y caprichosa tipología, complejidad que queda acentuada con la acumulación de esculturas y relieves. No obstante, prima un orden racional en el diseño arquitectónico imponiéndose una clara composición de cuerpos, calles y entrecalles que definen la típica traza de retablo romanista. Al comenzar el siglo XV estaba en Tafalla muy arraigada la devoción a San Sebastián. Tal es así que los tafalleses habían levantado una ermita al santo pero pareciéndoles muy humilde, el concejo decide construir otra en el mismo o parecido lugar a la salida de Tafalla en dirección a Olite, a mano izquierda, extramuros de la villa. Fue por entonces cuando el Secretario del Rey navarro Carlos III el Noble realiza una manda testamentaria encargando al mazonero Jehan Lome la realización de una imagen en piedra de San Sebastián para el altar de la iglesia del Santo en Tafalla. El santo aparece de pie según una composición rígida, vistiendo túnica corta con abultados pliegues verticales. Su brazo izquierdo está pegado al cuerpo y sostiene una espada mientras que el otro se alza para mostrar las flechas del martirio. El rostro ofrece gran vigor y realismo, marcándose bien sus rasgos con un fuerte modelado. La escultura, a pesar de su tamaño y su importante masa, ofrece una apariencia tosca y arcaizante. Llamado así porque se descubría la cortina que lo ocultaba de ordinario en las solemnidades de Semana Santa, este Crucificado es obra de Juan de Ancheta y constituye sin duda el mejor del romanismo navarro. Destaca por su figura de porte apolineo y hermoso desnudo, que ofrece la típica figura miguelangelesca, suavemente matizada en sus músculos y carnes. Semejante tratamiento reciben las telas del paño de pureza que se reduce al mínimo para dejar ver las bellas carnes del vientre y muslos. La cabeza caída es extraordinaria con rostro sereno e idealizada belleza enmarcado por cabelleras y barbas de abultados mechones de excelente talla. El Cristo conserva su policromía original de encarnaciones marfileñas debida al pintor Juan de Landa. Otros datos de interés. Al margen del retablo mayor y de las imágenes de San Sebastián y del Cristo Miserere, la Iglesia de Santa María posee otras obras de arte que no debe pasar por alto el visitante: así, cabe destacar el reablo de la capilla del Santo Cristo, el Retablo de San Isidro, el de San Lorenzo y el de San Francisco Javier. Igualmente se conserva en el coro un espléndido órgano barroco cuya monumental caja ornamentada con rico follaje y ángeles músicos es obra del artista estellés Juan Angel de Nagusia y fue realizada en 1735. Su existencia se constata ya en el siglo XII cuando Sancho el Sabio en los fueros que concedió en 1157 indica que los juramentos deben ser dados y recibidos en la iglesia de San Pedro. Su proceso de formación es análogo al de Santa María : un templo primitivo del siglo XII hoy desaparecido, reformas en el siglo XIV y una ampliación fundamental en el siglo XVI con un marcado estilo "Reyes Católicos", si bien se aprovechan estructuras medievales del siglo XIV. El edificio se articula mediante una amplia nave de tres tramos y capilla mayor pentagonal entre dos capillas cuadradas. El coro, contemporáneo de la iglesia, pertenece al siglo XVI y se levanta sobre un arco rebajado que apunta levemente. La sacristía se construyó a principios del s. XVIII.
La torre de época barroca ocupa el mismo emplazamiento que la medieval y consta de dos cuerpos cúbicos decrecientes de sillería que soportan el cuerpo ochavado de ladrillo donde se alojan las campanas. El Retablo mayor, que ocupa la cabecera del templo del segundo tercio del siglo XVI proceden de Echano en la Valdorba, con tablas pintadas que en el banco representan a San Lucas, San Marcos, Santa Catalina, San Juan y San Mateo. En el primer cuerpo San Pedro con Santiago y San Andrés con San Pablo, en el segundo San Bartolomé con Santo Tomás y San Simón con San Felipe. En lo alto se alza un calvario y el nicho central lo ocupa una talla de San Pedro Papa, sedente de estilo barroco. Destaca por su gran interés el retablo de la Visitación de 1538 así como el de San Pedro, del último tercio del s. XVII. Sus orígenes se remontan al siglo XV. Fue abandonado en 1834 a raíz de la desamortización de Mendizábal, sufriendo ruina hasta que a principios del siglo XX se estableció en él la Comunidad de Padres Pasionistas, quienes lo reconstruyeron siguiendo el plan primitivo de la fábrica, de lo que sólo perduraban parte de los muros de la iglesia y la capilla. Nada queda, por tanto, a la vista, de las dependencias del monasterio medieval. (Antiguo convento de los capuchinos) Obra de fines del s. XVIII, su plan se ajusta al modelo de cruz latina con nave única de cuatro tramos, cabecera y brazos de crucero rectos y coro alto a los pies sobre arco rebajado. Se cubre con bóveda de medio cañón con lunetas articuladas por potentes arcos fajones. Una cornisa corrida de abundante molduración rodea el muro. Sobre el crucero voltea una cúpula elíptica rebajada con tejas radiales. En la segunda mitad del s.XVIII se añadieron dos capillas de estilo barroco por el lado del Evangelio. Ambas son de planta cuadrada y se cubren con bóveda de arista la más cercana al crucero, y bóveda plana sobre pechinas la segunda. CONVENTO DE CONCEPCIONISTAS RECOLETAS.- Fundado en el año 1667 por disposición testamentaria de María Turrillas Hebra, esposa de Carlos Martín de Mencos, en un solar cercano a su palacio, con el que le comunica un monumental arco.
El exterior forma un gran rectángulo que no trasluce en planta los brazos de la cruz, aunque sí en el alzado. Digna de mencionar es la monumentalidad de la fachada, que recuerda modelos vignolescos con sus tres calles y aletones laterales planos enlazando los cuerpos. Este esquema no se corresponde con la distribución interna de la iglesia de una sola nave, ya que viene a ser como una especie de fachada telón. El conjunto de proporciones horizontales casi cuadradas, consta de dos cuerpos. El inferior, dividido en dos, se articula en tres calles por pilastras de orden gigante, en las que descansa una cornisa saliente con ménsulas lisas. las calles laterales presentan varios adintelados, mientras que el lienzo central, de doble anchura, desarrolla tres arcos de medio punto sobre pilares. Encima del arco central, se abre una hornacina entre pilastras culminada en frontón curvo con volutas laterales. Dos escudos la flanquean. Sobre una cornisa se levanta el segundo cuerpo, en cuyo centro se abre un vano rectangular culminado en frontón triangular perforado por un óculo. Dos grandes volutas, a modo de aletones, se disponen lateralmente. Resto del palacio de Sonsierra, se edificó en torno al 1200 según un estilo protogótico con influencia del Císter. Tiene una sola nave con cabecera recta abierta por un vano de arco apuntado. Tres ventanas semejantes perforan los muros laterales de la nave. La cubierta plana es moderna. La puerta constituye un arco apuntado con imposta de aspas en su trasdós y apoya en gruesas columnas culminadas en capiteles cistercienses de pencas esquemáticas, muy toscos. Sobre la puerta hay restos de dos canes. Remonta sus orígenes a fines del s. XVI, sin embargo, su aspecto actual responde a una importante remodelación realizada a fines del s. XIX de estilo neoclásico. Tiene una planta rectangular de nave única articulada en cuatro tramos y cabecera recta. Arcos fajones rebajados señalan el espacio sobre una cornisa donde voltea la bóveda de cañón rebajado. La puerta se abre a los pies. Al exterior los muros son de sillarejo. Reside la cabecera un retablo de San Gregorio neoclásico, coetáneo a la reforma. El Santo titular es obra romanista del siglo XVI. Data de 1879 y consta de una nave de tres tramos con cabecera poligonal y coro alto a los pies, con dos pequeñas capillas a ambos lados, la cubrición, plana en las capillas, es de bóveda de crucería rebajada sobre pilares en la nave y gallonada en la Capilla mayor. Las paredes tienen pequeños sillares articulados por finos contrafuertes. A los pies abre la puerta de medio punto y sobre ella un gran rosetón circular, culminando el muro una sencilla espadaña de arco rebajado que remata en una cruz. También son de medio punto las ventajas de los muros laterales, todo lo cual confiere al exterior un estilo ecléctico. El trazado urbanístico de Tafalla arranca de la Edad Media, las referencias más antiguas sobre su emplazamiento se remontan al s. X, coincidiendo con las campañas de Abderraman III contra Pamplona en el año 924. Según esto, la ciudad medieval debió nacer con una clara función defensiva en la ladera meridional de la colina de Santa Lucía. Este estratégico emplazamiento determinó la trama urbanística del núcleo primitivo de la población, adaptado fielmente a la topografía del terreno (Barrio de la Peña). En la cumbre se alzaba un castillo fortificado, hoy desaparecido. Se componía de gruesos muros con garitas y troneras flanqueadas por torreones, pesas y puentes levadizos para defensa de los patios y las dependencias. La Baja Edad Media supuso una etapa de expansión y desarrollo para la ciudad sobre todo el s. XV considerado el "Siglo de Oro"- Tafalla duplica ahora su superficie y se expande por los actuales barrios de San Pedro y Santa María, organizándose a lo largo de la calle Mayor de trazo sinuoso que discurre paralelo al Cidacos, atravesando la ciudad de parte a parte. Esta vía se convierte en una arteria principal adquiriendo una importancia que todavía hoy conserva. Al propio tiempo, todo este conjunto urbano se dota de fuertes murallas al compás que se construye el Palacio Real, conformándose así un amplio recinto fortificado que se mantendrá hasta bien entrado el s. XVIII, pese a que tanto las fortificaciones como el palacio fueron demolidas casi por completo en 1516, tras la conquista de Navarra. La muralla se comenzó a construir en tiempos de Carlos II y fue Carlos III "El Noble" quien la amplió y reedificó con fuertes muros almenados de sillares y con macizas torres. Todavía es posible reconstruir su perímetro en el actual trazado urbano. De este amplio recinto quedan restos detrás del Ayuntamiento, también en la calle Recoletas, donde se aprovechan torreones cúbicos de grandes sillares, asimismo hay un hastial importante de muro frente a Recoletas y al palacio de los Mencos. Este último se puede identificar con la antigua puerta de Berbinzana, una de las principales de acceso al recinto. Del resto de las fortificaciones no quedan vestigios. En el s. XVII y XVIII la ciudad comienza a organizarse fuera del recinto medieval y se expande por la llanura ocupando el terreno hacia el río. PALACIOS MAS IMPORTANTES PALACIO DEL MARQUES DE FERIA.- Construido a fines del siglo XVIII siguiendo modelos neoclásicos. Tiene un primer cuerpo de sillería y otros dos más un ático de ladrillo, todos ellos con vanos rectos. Los balcones del segundo cuerpo rematan en frontones curvos (excepto el central que es mixtilíneo) y los restantes presentan marcos rectos, culminando el edificio una cornisa sobre tacos. Centra la fachada un blasón de piedra de estilo Rococó; reproduce las armas del Marqués de Feria. La escalera es una caja barroca de finales del s. XVIII con planta cuadrada y cubierta plana, y está a su vez decorada con un gran escudo del marqués de Feria. PALACIO DE LOS MARQUESES DE FALCES.- Aunque alterado y degradado en su fisonomía exterior, se mantiene todavía en pie, en las cuatro esquinas, cerca del Portal del Río. Comprado por la ciudad en 1656 para instalar la casa ayuntamiento, uso en el que se mantuvo hasta la inauguración de la actual casa consistorial en 1866. PALACIO DE LOS MENCOS.- (Condes de Guendulain)
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